“Deseo también que mis amigos hablen poco o nada de mí, porque se crean ídolos cuando se ensalza a los hombres, lo que es un gran mal para el porvenir humano. Solamente los hechos, sean de quien sean, se han de estudiar, estudiar o vituperar, alabándolos para que se imiten cuando parecen redundar en el bien común, o criticándolos para que no se repitan si se consideran nocivos al bienestar general.”
Este es un fragmento del testamento de Francisco Ferrer, pensamiento que compartimos totalmente. No es nuestra intención realizar hagiografías. Lo hemos dicho en anteriores ocasiones y lo repetimos, no practicamos el culto a la personalidad, lo que pretendemos es poner sobre la mesa los hechos acontecidos y el personaje del que hablamos es la referencia de esos hechos en los que sin ninguna duda la participación anónima fue muy importante. Pero el impulso individual existe y no hay motivo alguno para no reconocerlo así. Posteriormente, el éxito depende de la aceptación o no por parte de la mayoría. Otra cosa son las vanguardias que pretenden ser secundadas en su acción, pero siempre llevando la iniciativa y marcando la línea por la que hemos de seguir los demás, frecuentemente, sin respeto a otras opiniones, como máximo las toleran porque no les queda otra alternativa.
Pero no nos desviemos del tema que nos ocupa. El 13 de octubre se cumplen 100 años del asesinato de Ferrer a manos del ejército español tras un juicio militar, farsa instigada por la Iglesia, la santa madre.
Ferrer fue el promotor de la Escuela Moderna en la que se practicaba la enseñanza racionalista y científica sin olvidar los sentimientos; racionalista y humanitario iban de la mano. En definitiva, síntesis de universal, humanitaria y científica; “donde cada cerebro es el motor de una voluntad”. Esto significa que estaba libre de todo dogma y superstición religiosa, pero también de todo símbolo patriótico-estatal sustituto del fetiche religioso.
Como el Estado no puede llevar a cabo esta enseñanza porque contraría la base fundamental de su existencia, esta Escuela se hace realidad como proyecto social, Sociedad y Estado son entidades antitéticas, gracias a la participación e implicación de profesores y científicos de vanguardia de la época. ¿Hoy tienen independencia los llamados intelectuales y científicos para sacar adelante un proyecto al margen del Estado, la Iglesia y las corporaciones empresariales privadas?
El proyecto comienza con treinta alumnos el 8 de septiembre de 1901. En enero de 1902 ya son 70 y 126 en 1904. En 1905 la Escuela Moderna tiene 47 sucursales en la provincia de Barcelona; tres años después se reparten mil alumnos en diez escuelas de Barcelona capital, y se han creado establecimientos en toda España y en otros paises.
Ni la Iglesia ni el Estado pueden permitir una enseñanza que se escape de su control y no forme creyentes y ciudadanos, súbditos en definitiva, que mantengan el privilegio.
El regicidio frustrado de Mateo Morral (bibliotecario de la Escuela Moderna) en 1906 es la excusa del Estado para cerrar la Escuela, aunque sus ediciones seguirán apareciendo. La Semana Trágica de 1909 trae como consecuencia la imputación de Ferrer como instigador y su posterior fusilamiento.
Para finalizar, dos apuntes. El primero es la opinión de Ferrer sobre un tema tan en boga hoy en día, el nacionalismo: “…hubo quién, inspirado en mezquindades del patriotismo regional, me propuso que la enseñanza se diera en catalán, empequeñeciendo la humanidad y el mundo a los escasos miles de habitantes que se contienen en el rincón formado por parte del Ebro y los Pirineos. Ni en español lo establecería yo –contesté al fanático catalalanista-, si el idioma universal, como tal reconocido, lo hubiera anticipado ya el progreso. Antes que el catalán, cien veces el esperanto”.
El segundo apunte: Ferrer declaró a la Iglesia enemigo público número uno. Pues eso. Declaramos a la Iglesia enemigo público número uno; y a quien dios se la dé que san Pedro se la bendiga.
Ni dios ni amo.
Grupo Anarquista Volia (FAI)
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